El 8 de octubre de 1895 es la fecha del nacimiento oficial de Juan Domingo Perón, aunque algunos historiadores aventuran que fue el 7 de ese mes pero de 1893. Ya anciano tenía presente el lugar de su nacimiento y los recuerdos que le traía ese hogar de 48 metros cuadrados de Roque Pérez
Todos sabían que había nacido por la zona de las quintas, en un rancho a medio hacer, en Roque Pérez y no en la calle Buenos Aires 1380 de la ciudad de Lobos, en una casa más de clase media acomodada. Su padre Mario Tomás Perón era un porteño nacido en la calle Libertad, casi Corrientes. Siguiendo el ejemplo de su progenitor, Tomás Liberato, médico, presidente del Consejo Nacional de Higiene y veterano de la guerra del Paraguay, ingresó a Medicina. Pero cuando su papá le recomendó pasar una temporada en Lobos para terminar de curarse una neumonía, supo que el campo sería lo suyo. Allí conoció, a los 23 años, a Juana Sosa Toledo, una criolla con sangre mitad tehuelche y española, que criaba ovejas en una estancia en Salvador María.
Se fueron a vivir a un rancho en Roque Pérez, ubicado en los fondos del pueblo. Por la insistencia de la madre de él, se casaron a la una de la tarde del 25 de septiembre de 1901. El tenía 33 años y ella, 26. Reconocieron como hijos a Avelino Mario, nacido en 1891 y a Juan Domingo, en 1895.
El peronismo, que se ocupó de relatarse a sí mismo en una épica construida a imagen y semejanza de su líder, tomó la casa de Lobos como la natal y, a lo largo de los años, llenaron su frente de placas conmemorativas que luego del golpe militar del 24 de marzo de 1976 fueron removidas. En realidad esa vivienda pertenecía a la familia Moore, que la había transformado en pensión, y donde el padre de Perón había pasado unas temporadas.
Para anotar a los recién nacidos en la zona, había que hacerlo en Lobos, distante unos 35 kilómetros. Y llegar no era sencillo, ya que había que vadear el río Salado, en una época en que no había puentes para cruzarlo y que se volvía complicado en las épocas de crecidas. Para algunos biógrafos de Perón, como Enrique Pavón Pereyra e Hipólito Barreriro, el futuro presidente nació el 7 de octubre de 1893. Se dio por cierta y definitiva la fecha de su nacimiento: 8 de octubre de 1895. Fue bautizado en 1898 en Lobos con los nombres de Juan Domingo Sosa.
Luego del casamiento, el padre viajó solo a la provincia de Santa Cruz a probar fortuna. Al año, hizo ir a la familia, la que se embarcó en el buque “Santa Cruz”. Los fríos extremos que debían soportar en el invierno, los hicieron radicarse más al norte, en Chubut.
“Soy de los que aprendieron a andar a caballo antes que a caminar”, solía repetir Juan Domingo al evocar aquellos años.
Estudiar en Buenos Aires
Pero por 1904, a instancias de su abuela Dominga Dutey, junto a su hermano lo mandaron a estudiar a la ciudad de Buenos Aires. Vivió un tiempo en Ramos Mejía, en la casa del abuelo paterno y también en una casa que la abuela tenía en la calle San Martín 580, de la ciudad de Buenos Aires. Entre 1904 y 1905 iba al turno mañana en la escuela del distrito 1, en San Martín 548, junto a sus primos hermanos Julio y María Amelia Perón. Su primera maestra fue Agustina Boggero y la de segundo grado fue Asunción Deroqui de Banquero. Después, continuaría sus estudios en la Escuela Parroquial Nuestra Señora de la Merced, en la calle Cuyo 1251. Los primeros tres años del secundario los cursó en el Colegio Politécnico, que funcionaba en la calle Cangallo 2311, y que luego se mudó a Olivos.
En las vacaciones de verano viajaba a Chubut a visitar a sus padres y pasaba el tiempo con el regalo que le había hecho su papá, un rifle calibre 22.
El cráneo de Moreira
En la casa de su abuela Dominga se conservaba el cráneo del gaucho Juan Moreira. Muerto por una partida policial en Lobos el 30 de abril de 1874, cuando desenterraron sus restos para llevarlos a un osario, el doctor Eulogio del Mármol rescató el cráneo para estudiarlo. Eran los tiempos en que se asociaba la criminalidad del individuo con sus rasgos físicos. Se lo regaló a Tomás Liberato Perón, el abuelo de Juan Domingo. Y terminó en una repisa en la vivienda familiar. El jovencito se entretenía sorprendiendo a las vecinas del barrio y cuando asustó a Gabriela, la vieja empleada de su abuela, pegó semejante grito que la calavera se desprendió de las manos de la criatura y terminó en el piso, perdiendo un par de dientes. Los restos terminaron convenientemente guardados y en 1928 fueron donados al Museo Histórico de Luján. Por años fue exhibida junto a un rebenque y a la impresionante daga de 85 centímetros del gaucho matrero.
De nuevo, su abuela Dominga fue el artífice de que entrara al Colegio Militar, y fue la que consiguió las influencias necesarias para que su condición de hijo natural no fuese un impedimento. Esta mujer de carácter fue la que se había opuesto a que lo bautizaran con el nombre de Juan Tomás. “Que le pongan Juan Domingo”. Nadie se atrevía a contradecir a doña Dominga.
En un principio se entusiasmó con estudiar medicina, pero la influencia de algunos de sus compañeros que seguirían la carrera militar, lo animaron por ese camino. El 1 de marzo de 1911 ingresó al Colegio Militar. Y gracias a sus buenas calificaciones en los exámenes de ingreso, consiguió una beca económica.
Años más tarde, recordaría que en 1916 había votado a Hipólito Yrigoyen en la primera elección a presidente bajo la ley Sáenz Peña. A fines de 1938, cuando hacía poco que había enviudado de su primera esposa, Aurelia “Potota” Tizón, visitó Roque Pérez. Fue a ese rancho de 48 metros cuadrados, perdido en las afueras del pueblo, y a su habitante, un tal Illescas, le dijo: “Yo nací en esa habitación”. Ya anciano, establecido en Puerta de Hierro, había mandado a conocidos a que viajasen a ver cómo estaba ese pobre rancho, perdido en las afueras del pueblo, donde su vida había empezado entre paredes de adobe y pisos de tierra.